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Un poema como meditación hacia la vida

Monica B

Breve y de lenguaje transparente, el poema “Voy hasta la orilla” de la poeta norteamericana Mary Oliver es como un antídoto contra la incertidumbre. Leerlo fortalece.


Por: Mónica Bentivegna


La poesía no es un arte que nos ofrezca una guía sobre cómo vivir nuestras vidas, pero hay poemas que palpitan ideas y exteriorizan estados de ánimo como si fuesen remedios contra la incertidumbre. Hablemos de esa poesía. Concretamente hablemos del poema “Voy hasta la orilla” de la poeta norteamericana, Mary Oliver.

foto de una hoja de papel con un poema en ingles de mary oliver
— Mary Oliver


VOY HASTA LA ORILLA          

de Mary Oliver


Voy hasta la orilla en la mañana

y según la hora las olas

se acercan o se alejan,

y digo, oh, que desdichada soy,

qué debería…

¿qué debo hacer? Y el mar dice

en su hermosa voz:

Disculpe, tengo trabajo que hacer.


(Traducción © Mónica Bentivegna)



Este poema, publicado en el libro A Thousand Mornings (2013, Penguin Books) es breve, directo y de un lenguaje transparente. Está organizado en ocho versos libres. No tiene métrica ni tampoco rima, pero está cuidadosamente construido con ideas e imágenes, ritmo y aliteración. Ese es el código de este poema con el que Oliver nos persuade.


En las primeras imágenes que nos presenta el poema vemos a una emisora solitaria que camina hacia la orilla abstraída en un monólogo. Si bien el ‘yo’ poético es autorreferencial, habla del ‘ser’ de la poeta y de sus sentimientos (“y digo, oh, que desdichada soy (yo),”), también habla de su experiencia en cuanto a ideas, pensamientos y deseos, como en los versos: “(yo) voy hasta la orilla en la mañana / y según la hora las olas / se acercan o se alejan, /”.


Pero hay algo más. Cuando le preguntaban si se identificaba con el ‘yo’ poético de sus poemas, Oliver respondía que este no era la manifestación de su ‘ego’, sino lo que unía “al lector con la experiencia del poema”. El ‘yo’ —para la poeta— era el “posible lector de sus poemas”, dijo en un podcast de On Being (en inglés). En ese sentido, el soliloquio del personaje en el poema deja de ser una reflexión a solas, ya que genera una conexión, una comunicación con quien lee el poema. Se crea entonces un vínculo, una complicidad entre poeta y lector que provoca la participación de este último en el poema. Sucede algo que podríamos interpretar como la transmisión del ‘yo’ (poético) al lector.


olas golpeando la orilla del mar

La imagen de la orilla connota el umbral, aquello que al atravesarse da paso a otra cosa, como el acceso, la entrada a otro espacio, a otra forma de pensar o de sentir. La orilla también se presta como una suerte de límite desde donde el personaje del poema puede detenerse, respirar y observar el mar infinito, lo cual provoca una sensación de expansión. La amplitud del mar evoca una expansión de la conciencia. La poeta lleva al lector —o lectora— hacia una experiencia fuera de sí, hacia una sensación que sobrepasa los confines de su propia conciencia, potenciando un cambio de perspectiva frente a los dilemas que da la vida.


Oportunidad de transformación


La idea de transformación es otro tema en el poema. Oliver recurre a imágenes de las olas del mar como fenómenos recurrentes que sugieren un constante cambio y renovación, como en estos versos: “según la hora las olas / se acercan o se alejan”. Ese ir y venir de las olas evoca ciclos naturales en constante renovación. La mañana, ese tiempo que connota el nacimiento de un nuevo día, ofrece la oportunidad de comenzar de nuevo, de renovarse... está vez poniendo atención a lo que realmente importa.


La sensación de desdicha y melancolía que pregona la poeta en los siguientes versos: “/ y digo, oh, que desdichada soy, / qué debería… / ¿qué debo hacer? […] /” es parte de esa temática de transformación del ser humano que cobrará más sentido con la intervención del mundo natural, a través de la figura del mar.


“La transformación que busca Oliver es a la vez más simple y explícita”, escribe Ruth Franklin sobre la poesía de Mary Oliver en la revista norteamericana The New Yorker (en inglés). Y es así como nos “ofrece un plan de acción para lograrlo. Simplemente hay que prestar atención al mundo natural que nos rodea, a los jilgueros, los cisnes, los gansos salvajes. Ellos nos dirán lo que necesitamos saber. Los poemas de Oliver —con algunas excepciones— no terminan en destellos. Lo suyo es una forma más suave de guía moral”, señala Franklin.


Sean o no una forma de guía moral, sus poemas están llenos de imágenes del mundo natural


Mary Oliver nació en una zona rural de Ohio en 1935. Se sabe que vivió una niñez difícil, con una familia disfuncional y un padre abusador. Escapó de esa realidad apenas tuvo la edad para hacerlo; pero su niñez marcó para siempre su vida, ya que fue a los 13 años cuando comenzó a escribir y conectarse con la naturaleza a su alrededor. Cuando le preguntaban sobre esa etapa de su vida, ella decía que salía a caminar por el bosque con libros de Walt Whitman en la mochila y que no le gustaban los espacios cerrados.


Esas caminatas por los bosques, la poesía y el mundo natural “salvaron mi vida”, solía decir la poeta que falleció en 2019 a los 83 años.


Escribir hacia la vida


Hacia el final del poema se produce un giro. En los últimos versos opera un desplazamiento de la mirada, un desvío del sentido con respecto al ‘yo’ (“/ y digo, oh, que desdichada soy, /”). ¿Acaso no es inútil la autocompasión? Tras la aparición del mar en el poema, ese sentimiento de lástima, de pena hacia uno mismo se desvanece como humo en el aire: “[…] Y el mar dice / en su hermosa voz: / Disculpe, tengo trabajo que hacer”. Aquí, el ámbito de la naturaleza cataliza la expansión de la conciencia, amplía la perspectiva. Una vez disipada la autocompasión, la atención de ambos —poeta y lector— se dirige hacia el mar, activándose así la oportunidad de renovación y acción.


Tapa de libro de poemas con titular en ingles
El poema “Voy hasta la orilla” se publicó en el libro A Thousand Mornings (2013, Penguin Books).

A la vez, al irrumpir el mar con “su hermosa voz”, se produce un golpe de humor que reduce la angustia y potencia la sensación de alegría. La escena del mar en el poema cataliza otra perspectiva: la humorística que permite sacar al personaje de sus márgenes inclinadas a la autocompasión.


Finalmente podemos interpretar que el sentido que la poeta le otorga al 'mar', como fuente de consuelo y sabiduría, es el de conexión y sanación en un momento de incertidumbre que enfrenta ella como ser humano.


Si hay poetas que escriben hacia la muerte, hay otros que escriben hacia la vida. Mary Oliver encarna la escritura hacia la vida como Whitman, quien se maravillaba ante la complejidad y la diversidad de la vida en la Tierra y que en su poema “Una hoja de hierba” de su libro más conocido y con el mismo título (publicado en 1855), escribió: “Creo que una hoja de hierba, no es menos / que el día de trabajo de las estrellas, / y que una hormiga es perfecta, / y un grano de arena, / y el huevo del régulo, / son igualmente perfectos, / […]”.


Aunque los dolores que nos da la vida son inevitables, la poeta propone no rendirnos a ellos. El poema no sólo nos alza la mirada para contemplar la belleza del mundo natural del cual somos parte, sino también nos desafía a ir más allá de los lamentos. Con un giro de sentido, nos pone en el lugar de la revelación donde vemos la misma imagen con una luz diferente. Quizá por eso, estos versos nos inspiran, nos sanan, nos hacen fuertes por dentro.


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