Es momento de plantear una nueva interpretación de la mediación, enfocándose en la importancia de la empatía, la humildad y la conexión humana para promover la paz y el bienestar. El uso de la mediación de conflictos no es un fenómeno moderno; de hecho, la mayoría de las culturas ancestrales mantenían mecanismos no violentos similares a la mediación para resolver sus conflictos. Durante miles de años, distintas sociedades alrededor del mundo han utilizado círculos de diálogo para tratar problemas comunitarios o la mediación de ancianos, donde facilitaban procesos de reconciliación. También en la antigua Grecia, los atenienses utilizaban el arbitraje y la mediación para resolver disputas comerciales y civiles; y el siglo pasado, Mahatma Gandhi fue un gran promotor de la no violencia y la resolución pacífica de conflictos.
Hoy en día, la mediación ha sido formalizada y ha evolucionado hacia un campo profesional. En los últimos treinta años, se ha popularizado y muchos países han integrado programas de mediación en los sistemas judiciales para descongestionar los tribunales. Por lo tanto, el desarrollo de la mediación moderna está llegando a un punto de maduración que nos permite analizar con distancia las fortalezas y debilidades de resolver conflictos de esta manera.
¿Cuál es la situación actual de la mediación moderna?
La mediación ha tenido un impacto positivo en la pacificación de muchas controversias actuales, y en el descongestionamiento de los juzgados, pero su uso no necesariamente implica que siempre será beneficiosa. Muchas veces se ha convertido en una práctica superficial con fines comerciales, a través de la cual las personas navegan por una serie de pasos hasta la firma de un acuerdo sin ningún ejercicio reflexivo y mucho menos transformador que les permita cambiar la naturaleza de su relación con la persona en conflicto.
En ese sentido, las deficiencias de la mediación no pasan por lo técnico ni por falta de recursos, sino por la interpretación que tenemos de la misma. La necesidad de contar con indicadores concretos nos hace medir nuestro éxito de la mediación con el número de acuerdos alcanzados.
El problema es que los acuerdos alcanzados no dependen de la voluntad del mediador, sino de la voluntad de las partes en conflicto. Esto nos puede llevar a tratar de imponer acuerdos antes de que existan las condiciones suficientes para que estos sean sostenibles. Recordemos que los conflictos son siempre complejos y los acuerdos simplificados no atienden las necesidades profundas detrás de las controversias.
Poner toda nuestra atención en el acuerdo puede hacer que olvidemos la importancia de tomarnos el tiempo para simplemente escuchar lo que las personas nos están diciendo durante el diálogo. No prestar la atención suficiente a las necesidades de las personas en conflicto nos hace perder contacto con lo que nos une a ellas, nuestra humanidad.
Poner el corazón
Según Ken Cloke, reconocido mediador internacional y Director del Centro para Resolución de Disputas en California, una forma de revertir esta desconexión es dejar de enfocar nuestra formación únicamente en las técnicas y conceptos que podemos encontrar en los libros y empezar a preocuparnos por desarrollar una capacidad reflexiva que nos permita ver cuánto podemos sentir lo que las personas en conflicto están experimentando, cuán honestos y empáticos podemos mantenernos ante la presencia de altas tensiones, de ira, de ataques, del miedo.
En otras palabras, debemos buscar un nuevo equilibrio entre el ser y el hacer durante una mediación.
Hay que reconocer que nuestra presencia como seres humanos con el corazón abierto tiene tanta relevancia como las habilidades que aprendimos.
Re-imaginando el futuro de la mediación
Quienes hemos tenido la oportunidad de trabajar en mediación solemos quedarnos con algo después de cada diálogo que facilitamos, y eso es un poco más de humildad. Y esa humildad es un punto de partida para atreverse a intentar y experimentar un poco más, a tomar más riesgos. Y no hay riesgo más grande que atreverse a ser más humano y vulnerable, aun cuando asumimos el rol de mediador/a. Al mismo tiempo, es una motivación para aprender más sobre la mediación, pero desde distintos ángulos. Por ejemplo, podemos reflexionar más sobre el impacto del lenguaje en los conflictos, sobre los mitos y miedos que impulsan nuestros actos, sobre la inter relación entre psicología y conflicto.
También podría ser un buen momento para aprender sobre la mediación ancestral que muchos pueblos originarios alrededor del mundo siguen practicando y que acumulan siglos de sabiduría y experiencia. El conocimiento ya está allí, será nuestro esfuerzo re-imaginar una manera más humana y empática de practicar la mediación. Una mediación que nos permita navegar con curiosidad y felicidad por los cambios incesantes de la vida y nos permita reconocer la importancia de nuestra interdependencia con todos los seres humanos.
Fuentes:The Dance of Opposites by Ken Cloke
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